Aunque el cuerpo para
de crecer,
lo mismo no sucede con el alma,
que siempre puede estar creciendo.
El crecimiento espiritual implica que el alma se desapegará más
y más de su
cuerpo físico,
apreciando las sensaciones espirituales,
que no se pueden tocar.
Pero, a veces el alma se estanca.
Cuando esto sucede, siente como si no hubiera
una meta,
un objetivo en la vida.
Hay la sensación de un vacío,
de que algo
está faltando en el ser.
Al contrario, cuando se está creciendo,
hay la
confianza de que una meta está siendo lograda
y el alma se siente plena.
No pare de crecer;
¡disfrútalo!
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