Generalmente se cree que elegancia es sinónimo de dinero, buen vestir, falta de autenticidad y arrogancia. Y están errados quienes piensan así, pues la elegancia es actuar con buenos modales, de manera sencilla, espontánea y natural.
En muchas familias humildes existen elegantes, que continuamente les llaman “joyas en medio de basureros”. Así mismo en familias adineradas existen verdaderos patanes ( personas sin calidad humana, groseras e indecentes) demostrando que el dinero ni la educación académica proveen la elegancia.
La elegancia es una cualidad interior. No se reduce a cumplir con normas sociales ni códigos de ética, pues si fuera así, una maquina se programaría para ser elegante. La elegancia nace por si misma, sin necesidad de ser forzada por las circunstancias. Va mas allá de un adecuado vestir o un acertado comportamiento social. Se manifiesta tanto solo como acompañado, a toda hora, sin importar la condición social o económica de quien le acompaña o el ambiente en que se desenvuelva.
UNA PERSONA ELEGANTE
Es amable y sencilla.
Presta atención a los demás, interesándose en sus asuntos.
No habla de su dinero, ni hace alardes de su ropa y vehículos o del lugar donde vive.
Nunca es descortés e irrespetuoso.
Guarda silencio ante impertinencias e insultos.
No utiliza palabras hirientes o de mal gusto.
Siempre perdona una injuria.
Elogia en vez de criticar.
Cumple con su deber sin considerar el beneficio o la opinión de los demás nunca se rebaja al halago servil para conseguir favores.
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