domingo, 5 de diciembre de 2010

Las Estrellas Orientales

La historia del equípo de las Estrellas Orientales se inicia con la llegada misma del beísbol al país, del cual existen varias versiones, siendo la más aproximada a la lógica la enarbolada por el gran periodísta e investigador venezolano Don Juan Vené, quien ha logrado incorporar dentro de sus investigaciones la tésis de que despues de: extenderse por toda la unión americana, fruto del flujo del intercambio comercial existente entre los norteamericanos con la isla de Cuba y la proximidad de las costas de La Florida con la isla, el beísbol llegó hasta la mayor de las antillas donde echó raíces y se expandió por toda la nación de manos de la tripulación del vapor María Herrera el 25 de Septiembde de 1886.
Estos efectuaron un rudimentario partido en la playa de Pita de aquí de San Pedro de Macorís y al marcharse dejaron en manos de los lugareños sus bates, guantes y pelotas, siendo este partido celebrado el 25 de Septiembre (viernes) de 1886 entre dos conjuntos denominados “Santiago de Cuba” y “Angelina”, se sobreentiende que los peloteros eran los marineros del barco María Herrera.
O sea, el beísbol llegó a República Dominicana por la ciudad de San Pedro de Macorís, pero los primeros propulsores fueron los hermanos de nacionalidad cubana Ignacio y Ubaldo Alomá, quienes tenían como oficio la herrería, la cual le dió fama y fortuna y tenían su taller ubicado en la calle Las Mercedes de la Zona Colonial de la ciudad capital.
Trás la cercanía de utileria, utilizando hilos y trapos elaboraban las pelotas y torneando rústicamente cualquier trozo de madera hacían los bates.
El juego fue calando rápidamente en la población y con la ayuda de varios ciudadanos formaron dos conjuntos, a los que denominaron “Cervecería” y “Cauto” en honor a un caudaloso río de Cuba.
De esta manera se fue propagando el juego por el territorio nacional, hasta que en el año 1907 nace el 7 de Noviembre el Club Atlético Licey y luego nace el Nuevo Club, lo que motivó a los petromacorisanos a formar uno también, creándose entónces, el primer equípo en 1910.

Integrado por John Abbes, Lorenzo Bobea (quien después sería periodísta y fotógrafo), Pedro Correa, Raul Carbuccia, Manuel Jiménez (la culebra), Pompillo Santana, Miguel Angel Risco, Emilio Guerrero, José Antonio González (checho) Lico Mallén y Miguel Zaglul.
La mascota era Tulio Benzo y el grupo era sustentado por el ciudadano puertoriqueño Luís Prada, quien era una especie de presidente o apoderado del equípo.  En el año 1912 el Ayuntamiento de San Pedro de Macorís (uno de los más prestigiosos del país en la época) organizó un torneo donde vieron acción los Tigres del Licey, Nuevo Club y los nuestros. 
Los Tigres del Licey y Nuevo Club se enfrentaron en un campeonato o serie en la ciudad capital, venciendo los del Nuevo Club a los Tigres del Licey, viajando posteriormente hasta la Sultana del Este a enfrentarse al equípo local, siendo vencidos en el primer encuentro de la serie.  Ya el segundo cotejo, los del Nuevo Club alegaron parcialidades de los arbitros y abandonaron el partido, decretándoseles un for-feit en los partido siguientes, lo que automáticamente le dio la corona al conjunto de San Pedro de Macorís.
Este hecho sumió en un letargo y una profunda crisis de la que no saldría hasta varios años mientras se le daba cuerpo a un real torneo.
El equípo de San Pedro se mantuvo practicando y reorganizándose participando en algunas series con otros conjuntos.  En el año 1915 nos visitó para una corta serie de exhibición un equípo llamado Niagara.
Pasaron varios años hasta que en el 1923 ya con la integración de los Leones, fundados el 17 de Febrero de 1921, los Tigres del Licey, un equípo integrado por las Estrellas Cibaeñas y el equípo de San Pedro de Macorís del Mar, que en ese año comienza a identificarse como las Estrellas Orientales.
Este torneo tampoco terminó, druto de la rivalidad existente entre los Tigres y Leones, quienes armaron un terrible lio que dió al traste con el torneo, el cual, al momento de suspenderse tenía al Escogido en el primer lugar, los Tigres en el segundo, los Cibaeños en el tercero y a las Estrellas en el cuarto puesto (sótano).
En los años siguientes se siguió jugando varios torneos en la ciudad capital, con la participación de los Tigres, Leones y Aguilas del Sanguino, partiendo de 1926 mientras los jugadores nuestros practicaban en las ligas de Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Panamá y Nicaragua.f
No fue hasta 1936 cuando ralmente renace el verdadero campeonato nacional, con la participación d elas Estrellas Orientales, Santiago, Tigres y Leones, los que se enfrentaron en un torneo de varios meses de duración denominado “Mayor Trujillo” a petición de los santiagueros y se disputó la copa Julia Molina (madre del dictador Trujillo), se acordó la inclusión de tres refuerzos extranjeros para cada equípo y cuatro para las Estrellas.

El 27 de Febrero del 1936 se inicia el torneo con la presencia del mayor José Arismendi Trujillo (Petán) a quien se le dedicó el torneo.  Este montó en cólera al ver al campo corto de los Leones del Escogido uniformado de verde y jugando el jardín central, aduciendo que no soportaba la presión de los fanáticos del Licey. 
El jugador era Juan Esteban Vargas Marcano –Tetelo Vargas- quien con la adición de los cubanos Ramón Bragaña y Manuel –Cocaína- García, junto a un gran elenco, compuesto por Mateo de la Rosa, Papo de la Rocha, Pedro Julio Fortunato, Bebecito del Billar, Javier Pérez (la marimanta), Aladino Paez, Piñao Acosta, Julio Anglada, Luís Troche, José Beltrán, Toñé Medina y Pedro Arango, donde Enrique Mejía era el dirigente, Papote Nina era la mascota y el Lic. Federico Nica era el Director de mayor jerarquía dentro del grupo. 
Ese trabuco de equípo conquietó el campeonato de 1936 pactado a 48 partidos, provocando que para impedir otro año verde, el 1937, se fusionaran en un solo equípo los conjuntos de la capital, quienes reclutaron el mejor material disponible de las ligas negras de norteamerica y los mejores beisbolístas cubanos de la época, encabezados por Martin Dihigo, Joshua Gibson, Leroy –Satchey- Paige, Rodolfo Fernández , entre otros, quienes integraron el conjunto de los Dragones de Cuidad Trujillo.  Pero el torneo fracasó por las presiones que los “hombres de negro” de la época ejercían sobre el torneo con la finalidad de que los Dragones de Ciudad Trijullo se quedaran con la corona. (Algunos de estos refuerzos pertenecían a las Estrellas, los cuales fueron firmados por el Lic. Federico Nina, pero al llegar al hidropuerto de S.P.M. fueron robados por la tiranía trujillista encabezados por el Dr. José E. Aviar y llevados a Ciudad Trujillo al equipo de los Dragones).
Fanáticos de la época nos narran que los partidos de beísbol se efectuaban en el estadio Tetelo Vargas en los terrenos de la Escuela Normal, hoy Liceo Secundario José Joaquín Pérez.  El rústico parque, estaba cercado con alambres de púas y malla de gallinero.
Los juegos frente a las Estrellas Cibaeñas transcurrían de forma normal, no así los efectuados frente al Ciudad Trujillo, los cuales siempre eran bastantes incidentados, narrándose uno muy particular, entre los tantos.
En un encuentro entre Estrellas de Oriente y los Dragones de Ciudad Trujillo, el equipo de la capital, con la encomienda expresa de ganar el partido, pero a pesar de la parcialidad de los árbitros capitalinos, los Orientales tomaron la delantera del encuentro y le entraron a palo a todos los lanzadores contrarios, en ese momento el dirigente de los Dragones, envió un lanzador al bull-pen a calentar, mientras que el lanzador que se mantenía en el box adujo que el brillo de la tarja que estaba detrás del home plate le molestaba en los ojos y con una toalla (la cual siempre usaba en su cuello), se acercó con una lentitud pasmosa a tapar la tarja, pero también dando tiempo para que llegara la noche y el encuentro fuera suspendido por oscuridad. 
Al descubrir la fanaticada las tretas de los capitaleños, se dispusieron a abandonar el parque, pero para sorpresa de todos, en las afueras del parque, estaba la “guardia” devolviendo al público a presenciar el partido por las fuerzas, y con la complicidad de los árbitros, los del Ciudad Trujillo, terminaron ganando el encuentro.
El torneo estuvo plagado de incidentes como este y los del Ciudad Trujillo ganaron el campeonato, pero los conjuntos no aguantaron la presión y el torneo entró en otra gran crisis, lo que decretó otro letargo del que no despertaría hasta el año 1951, marchándose nueva vez los mejores jugadores locales a participar en las diferentes ligas del Caribe y ligas negras de los Estados Unidos.
Mientras los que se quedaban en el país, se conformaban en participar en juegos de exhibición y cortas series con algunos conjuntos de otras localidades del país, donde ya el beísbol se hacía un deporte popular.
Por otro lado, al continuar celebrándose series entre Licey y Escogido, algunos muchachos nuestros cerraron filas con uno que otro de esos equípos. 
A finales de la década del cuarenta (1948) visitan al país los conjuntos Dodgers de Brooklyn y su filial triple A, los Reales de Montreal, celebrando estos últimos un partido de exhibición con el conjunto de San Pedro de Macorís, donde Son Howell lanzó una joya de partido pese a permitir un triple del primer bateador al que se enfrentó.  Luego retiró a los 27 bateadores en forma consecutiva sin permitir más libertades.

Ya con un beísbol amateur con categoría mundialista, donde se destacaba el petromacorisano Bienvenido –Bell- Arias, se comienzan los aprestos del reinicio del beísbol rentado en el país.
Nueva vez, el Lic. Federico Nina tenía la presidencia del conjunto y el 5 de Mayo de 1951 se le daba inicio al campeonato que concluyó el 24 de Septiembre con la victoria de los azules del Licey frente a los Leones del Escogido.
El torneo fue pactado a 108 juegos divididos en dos series y los campeones de ambas series se enfrentaban en una gran final (en el caso de que un conjunto ganara las dos vueltas, entónces le correspondía al conjunto del segundo mejor record pasar a la final), las Aguilas Cibaeñas ocuparon la tercera posición y las Estrellas Orientales ocupaban el sótano.
En este torneo de 1952 fue donde el norteamericano Terry McDuffie, lanzando para las Aguilas, realizó un partido donde blanqueó al conjunto de las Estrellas y permitirle 14 indiscutibles y al final del partido un jugador del equípo de San Pedro se le acercó y le dijo, “nos blanqueaste, pero te conectamos 14 hits”, a lo que el refuerzo argumentó su lapidaria frase “La hit no gana juego”.
En el año 1953 nueva vez los azules del Licey se alzaron con la corona, guiados por Alonzo Perry, quien fue un azote para todo el pitcheo de la liga, siendo dueño de la mayoría de los lideratos ofensivos.  Las Aguilas fueron los sub-campeones, los Leones ocuparon la tercera posición y no me pregunten por el último lugar.
Ya para el próximo torneo, -1954-  la historia se escribiría de otra manera, cuando el equípo de las Estrellas Orientales, ya en mano del Sr. Rafael Antún, jugando en el estadio Ramfis, que había sido trasladado a un hipódromo ubicado en lo que es hoy la barriada de Restauración y era modificado para jugar beísbol, donde los parroquianos pagaban 15 centavos en palcos techados, 10 centavos en palcos al sol y 5 centavos en bleachers.
Los verdes lograron formar un pavoroso conjunto, compuesto por jugadores del calibre de el inmenso Tetelo Vargas, Chico Conton, Carrao Bracho, Bell Arias, entre otros destacados por publicaciones de la época.
El final del campeonato, Tony Piña lo narró de la siguente manera:
“Con el partido empatado a una carrera llegó el octavo inning para las Estrellas Orientales.  Jeff Williams y Papito Mateo conectan sencillos y Johnny Davis es golpeado para llenarse las bases.  En esa situación el dominicano Bell Arias dispara hit empujador de la vuelta desiciva del partido” 
“Con el juego 2 x 1 Wenceslao González cierra la última oportunidad azul a ritmo de conga y cae el telón dejando la corona y el centro sobre la testa y la diestra del elefante verde de San Pedro de Macorís”.
El campeonato del 1954 fue el último celebrado en el verano y a partir del 1955 se inició la época del beísbol otoño – invernal. 



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