Un sospechoso visitante del mundo de los no muertos.
Dicen los que saben que es en la ciudad de Buenos
Aires, capital de la República Argentina, en donde tuvieron lugar los
siguientes hechos. Un circo arribó a un vecindario humilde de esa gran urbe y
pronto los pobladores se divirtieron con las gracias de acróbatas y payasos. No
obstante, un pequeño sujeto llamaba la atención de cuantos lo veían.
Se trataba de un hombre que padecía enanismo,
pero a la vez también poseía extraños hábitos nocturnos: jamás era visto
durante el día, su piel era muy blanca, casi del color de un cadáver, nunca se
lo veía comer ni beber y desaparecía misteriosamente durante algunas noches.
Pronto en las calles del vecindario se notó la ausencia de perros y gatos, que
hasta entonces recorrían el lugar a voluntad.
Comprensiblemente, las personas se preguntaron si
este hombre, cuyo nombre era Belek, no tendría algo que ver en el asunto.
Consecuentemente, se dispusieron a esperar su regreso una noche en la que había
partido, pero Belek nunca retornó al circo. Finalmente los dueños decidieron no
esperarlo más y partieron. Poco a poco el recuerdo de Belek, al que la
imaginación popular había apodado el enano vampiro, empezó a esfumarse.
Fue entonces que comenzaron a aparecer, en el
mismo barrio en el que anteriormente se había notado la ausencia de perros y
gatos, gran cantidad de palomas muertas. La novedad, que aterró a muchos
vecinos, es que todas estaban completamente desangradas. Todos se preguntaron,
sin embargo, qué había pasado entonces con los perros y gatos, cuyos cadáveres
no habían sido hallados por nadie. Por esos días llegó la respuesta.
Unos albañiles, que estaban demoliendo paredes de
una antigua casa sobre la que se construirían reformas, dieron la alarma: una
vez derribado un muro que daba a los fondos de una casa, asomó un viejo sótano
y en él, secos cadáveres de perros y gatos junto a ropa y pertenencias que
muchos reconocieron como del enano Belek. Habían dado con la guarida del enano
vampiro. Esperaron durante varios días su regreso para interrogarlo, pero nunca
volvió. Los vecinos, nerviosos, se preguntaron si Belek, una vez descubierto su
escondite, no habría huido para siempre.
Si bien las gentes del lugar atrancaron bien
puertas y ventanas antes de irse a dormir, nadie había visto o escuchado a
Belek atacar a un ser humano. Ese modesto reaseguro cambiaría muy pronto. A los
pocos días un anciano salió a la calle pidiendo ayuda. Sus gritos alarmaron a
la quietud del vecindario nocturno. Los vecinos, armados con palos y cuchillos,
acudieron en ayuda del anciano.
Cuando irrumpieron en su casa vieron a Belek
emprendiendo la huida, y a la esposa del anciano, echada en el suelo, con una
herida sangrante en el brazo en la que era posible distinguir dos colmillos.
Belek había cruzado el límite. A partir de entonces, los vecinos no
descansarían hasta capturarlo o matarlo.
Durante varios meses nada más se supo de Belek.
Cada tanto podían verse palomas o gorriones muertos, algún perro o gato
desangrado en la calle. Un experto en las ciencias ocultas y en especial en
vampirismo aconsejó estar alertas: aseguró, correctamente, que si Belek era
verdaderamente un vampiro no podría mantenerse con el consumo de sangre animal
durante mucho tiempo. Y así fue: pocas noches después, Belek cayó en una trampa
que el ingenioso experto le había tendido: un maniquí que semejaba una hermosa
mujer que dormía sobre una cama y que había olvidado cerrar su ventana fue
demasiada tentación para Belek. Cuando sus colmillos se cerraron sobre la dura
superficie del maniquí, varios hombres se abalanzaron sobre él y lo prendieron.
El experto examinó al resignado Belek y comprobó
que sufría de todos los síntomas del vampirismo, incluyendo el rechazo por los
símbolos religiosos cristianos, el ajo y la luz solar, a la que temía
mortalmente. Aseguró tener unos seiscientos años de edad y haber sido víctima
de un vampiro en la actual Hungría. También afirmó que trataba de no atacar a
seres humanos pero que en ocasiones el hambre de sangre era una tortura atroz.
Lo que sigue es materia de debate: algunos
vecinos, aseverando que se trataba de una criatura diabólica y maldita,
propusieron librarlo de la maldición con el método tradicional: estaca y
decapitación. Otros dijeron que Belek era un monumento vivo de historia y
fuente de conocimientos, que podía ser utilizado por la ciencia (esa fue la
opinión del experto). Finalmente, hubo quienes propusieron ofrecerle un empleo
en el cercano y enorme cementerio de la Chacarita como guardia nocturno. Si
algún día concurres a ese cementerio, ubicado en un populoso barrio de Buenos
Aires, no dejes de observar si por las noches el sereno es un hombre de baja
estatura…