En 1973, el oftalmólogo estadounidense Alan Scott descubrió que la toxina botulínica era un tratamiento ideal para pacientes con estrabismo. Scott empezó a emplear la neurotoxina para debilitar el músculo del ojo que con su contracción excesiva causaba esa desviación en la mirada.
El ratio de éxito obtenido por el especialista de San Francisco hizo que el Botox se hiciese cada vez más popular para el tratamiento de otros desórdenes oftalmológicos como la blefaroplastia o el movimiento involuntario del párpado.
Pero, además de sus valores médicos, Alan Scott se dio cuenta de que a sus pacientes les desaparecían las arrugas justo en la zona de aplicación del Botox y comenzó a investigar su uso en tratamientos estéticos.
Convertida en la herramienta preferida por los cirujanos plásticos, la toxina botulínica debería haber hecho multimillonario a Scott. Sin embargo, no fue así.
El oftalmólogo que encontró la manera de borrar las señales del paso del tiempo de los rostros de millones de mujeres apenas ganó tres millones de euros con su descubrimiento, justo la cantidad que pagó el laboratorio Allergan a principios de los años noventa por la fórmula de la eterna juventud.
"Si no lo hubiera vendido, podría haber ganado 1.000 millones al año", ha asegurado Scott en una reciente entrevista al diario Times of India, en la que se ha sincerado arrepintiéndose públicamente de su decisión.
"El Botox se utiliza actualmente en 100 tratamientos, eso sin incluir la cirugía estética", explica su descubridor, quien reconoce que "si lo hubiera sabido, nunca le habría vendido la fórmula al grupo de Allergan".
El Botox no entiende de crisis
La cura milagrosa de las arrugas de la que hablan maravillas las divas de Hollywood incrementó su cuota de mercado un 7%, en el último trimestres de 2011. Este 'boom' hizo que Allergan ganase cerca de 300 millones de euros más con su tratamiento estrella.
David Pyott, presidente del laboratorio, reconoció el pasado mes de octubre al Financial Times que se encontraba "gratamente sorprendido" de ver que en Europa la demanda no había disminuido a pesar de las difíciles condiciones económicas.
Pyott presumía de que sus productos habían registrado "incrementos de dos dígitos" en algunos mercados, "lo que hace pensar que en algunas sociedades, la apariencia no tiene precio".
También para el dolor de cabeza
En julio de 2010, Reino Unido se convirtió el viernes en el primer país del mundo en aprobar el Botox como un tratamiento para la migraña, abriendo un nuevo mercado para el producto.
Los reguladores británicos autorizaron el uso de la toxina botulínica para la prevención de los dolores de cabeza en los adultos con migraña crónica, enfermedad que hasta ese momento había sido tratada con fármacos como antidepresivos tricíclicos, betabloqueadores y antiepilépticos.
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